sábado, 23 de mayo de 2009

Yo también puedo hacerme chaquetas mentales

Todo lo que ocurrió las semanas anteriores en torno al nuevo virus de Influenza Porcina fue confuso: nadie sabía si en realidad éramos tan repugnantes para ser calificados como puercos con gripe. 

Yo creo, sin lugar a dudas, que el manejo de la información fue una táctica del Estado para mantenernos controlados y así evitar la compra de más de cinco condones por semana. 

Las recomendaciones que nos dieron fueron muy claras: no saludar de mano ni de beso; usar cubrebocas en espacios públicos; lavarse frecuentemente las manos; no acudir a espacios muy concurridos y no gritar ¡aleluya! delante de un alcohólico. 

A pesar de lo anterior, hubo una recomendación que nunca se dio: cuando se agote el rollo de papel higiénico en el retrete que usted esté usando en un baño público, no solicite a su compañero de al lado una tira. 

Todos sabemos que pasarle papel a un desconocido que está a nuestro lado mientras cagamos en un restaurante o prostíbulo es un acto que nos hermana y nos determina. Un momento que puede revelar nuestra verdadera humanidad y capacidad de amar a nuestro prójimo. Para pasar (o recibir) papel de baño público se necesita un corazón noble, dispuesto a hacer lo que sea por el hombre y su raza. 

El Estado sabe eso. Sabe que si nos hubieran prohibido el pasedepapelenbañospúblicos hubiera tocado una llaga honda en nuestra alma y nos hubiéramos manifestado como nunca en la historia se ha visto. Eso demuestra que nos tienen miedo y que como pueblo podemos hacer muchísimo contra ellos. 

¡Basta de gobiernos corruptos y de deshumanizarnos! ¡Viva el pase de papel y el SIDA y el crack y los condones de sabores!


sábado, 9 de mayo de 2009

Un día en la vida del pequeño Armand le Fou

El otro día, amiguitos del Club del Prozac, estaba solo en mi departamento cuando, de pronto, me dieron ganas de tomar un vaso de leche bien fría. Revisé el refrigerador y noté que no tenía lo que deseaba, así que me dispuse a ir a la tienda más cercana para comprar un litro. 

De regreso a casa, en el elevador que me lleva a mi piso, no aguanté las ganas de un trago largo de lechita: destapé el envase y bebí. Cuando se abrieron las puertas, dos hombres vestidos de policías (que todavía creo que bien pudieron ser un par de putas) estaban esperándome. Tenían la mirada fija sobre mi rostro y ,en ocasiones, sobre la mano que llevaba mi leche. 

POLICÍA I: Joven, buenas tardes. ¿Es usted residente del edificio?

LE FOU: Esteeem, buenas. Eheeeeem (cof, cof). Pus... Pus sí, vivo en este piso. 

POLICÍA II: Menos mal, caballero. De ser usted un visitante, tendría que acompañarnos a la delegación. Quizá usted no lo sepa, pero está terminantemente prohibido beber leche en los elevadores. 

POLICÍA I: Nuestro sistema de vigilancia lo detectó hace unos segundos, joven. Nos reportaron la falta inmediatamente y aquí estamos. 

LE FOU: (¡!) A ver, a ver. ¿Me está diciendo que no puedo tomar leche en el elevador?

POLICÍA II: Así es.

LE FOU: ¡Eso no tiene sentido! Aparte, ¿entonces hay cámaras en los elevadores?

POLICÍA I: Sí, señor, en todos. 

LE FOU: ¡Pero si ya van como seis o siete veces que me masturbo aquí dentro y nadie me dijo nada!

POLICÍA II: Bueno, joven, eso es siempre distinto. A cualquiera le pueden llegar a dar ganas de masturbarse en el elevador. Usted sabe, la ciudad es absorbente y un ascensor siempre es buen lugar para desfogarse. 

POLICÍA I: En el edificio no hay inquilino que no se haya masturbado ya en el elevador. Hasta los niños gozan de tan provechosa actividad. 

LE FOU: (Atónito) ¿Está usted hablando en se...? Mhhhh, bah. ¿Tengo que hacer algo por lo de la leche? 

POLICÍA I: No, señor. Pero la próxima vez será detenido. Que tenga una buena tarde.

Se fueron.

Ése fue el último día en que tomé leche... O cualquier otra cosa que se pueda parecer al semen.

domingo, 3 de mayo de 2009

Miedo

Todos tenemos fobias. Cada uno de nosotros se ha visto paralizado por alguna pulsión externa que parece amenazarnos al grado de la inmovilidad y la idiotez. Las manifestaciones físicas de nuestro sentir han sido diversas: unos nunca pudieron volver a formular frases coherentes; otros no podemos dejar de violar ancianas. 

Hay una idea en particular que me llena de terror: el acudir a un concierto de alguna de mis bandas favoritas y que, en su lugar, salga Raúl di Blasio al escenario. Imagínense la situación: una multitud hambrienta de música para implotar visceralmente. De pronto, sale un sujeto frente a todos y dice algo como "Señoras y señores: esta noche (inserte aquí el nombre de su banda favorita) no podrá presentarse. Pero en su lugar está... ¡Raúuuuuuuul di Blaaaaaasioooooo!". Y entonces sale ese maldito a agitar su cola de caballo y su bigotote sobre el piano. No...

Las horas de espera antes de los conciertos me resultan interminables. Cuando se apagan las luces y veo que efectivamente es la banda que esperaba la que salió a dar un buen espectáculo, siento como si me quitaran el cañón de un revólver de la frente. Sin embargo, confieso que la idea de que un día pueda ocurrir me ha quitado el sueño en más de una ocasión...

sábado, 2 de mayo de 2009

Renovación del blog

Hola, amiguitos del Club del Prozac.

Es menester informarles que, de ahora en adelante, este espacio que antes se dedicaba a publicar lo más bajo y decadente de mi vida personal, será ahora un lugar donde se tratarán temas de interés colectivo, dando a cada post el tono más serio y responsable posible.

Hablaremos así del reciente brote de influenza en México; las elecciones de este año 2009 y la constante incógnita sobre si hay una democracia auténtica en nuestra nación; y algunos consejos para no ser violados por transexuales ex soviéticos.

Espero que sea de su interés: maduremos juntos.